EL CAMINO
Entre Madrid y Toledo, desde 1934
LA ABUELA VALENTINA ERA UNA MUJER CON MUCHÍSIMO EMPRENDIMIENTO.
Llegó de Cuba a Illescas con su hermana Romana antes de la guerra, vio que en la carretera entre Madrid y Toledo no había ningún lugar donde “repostar”, y en cuestión de meses, todo aquel que viajaba entre las dos ciudades paraba en El Bohío a probar su famosa receta de perdices escabechadas.
¿Por qué El Bohío? Porque el nombre les recordaba a las elevadas cabañas de madera típicas del Caribe. De su Caribe.
Y EL BOHÍO NO PARABA DE CRECER.
De la abuela Valentina pasó a las manos de mi padre, novillero y fotógrafo taurino, quien forró todas las paredes de fotografías taurinas y objetos del gremio. Aquella versión taurina de El Bohío se vio obligada a cerrar sus puertas durante la postguerra.
En 1971 nuestros padres volvieron a abrirlas. Cuando apenas teníamos 17 años, mi hermano y yo nos unimos a la plantilla como camareros. En la vida se me había ocurrido meterme en la cocina.
Pero ¡aquello era un caos y si no hacíamos algo se iba al garete! Los cocineros iban y venían. Mi madre había caído enferma. La calidad del servicio se veía afectada. Y yo le dije a mi hermano: “Oye Diego, o te metes tú o me meto yo, porque esto no puede seguir así”. Con esas palabras, empezó mi trayectoria en la cocina. No fue para ganar premios. Fue para salvar el negocio.
LA COCINA ES UN LENGUAJE VIVO
Estoy convencido de ello. Yo mismo la veo evolucionar cada día. Yo mismo incito esa evolución.
La cocina de El Bohío es un lenguaje vivo que evoluciona desde que mi abuela Valentina encendió los fogones en 1934, rescatando el legado culinario de La Mancha y adoptándolo a esos sabores y productos de hoy que tanto te apasionan. Entre modernidad y tradición.
Lentejas con butifarra, las sopas de ajo de toda la vida, La pringá del cocido… Esos platos ancestrales se actualizan, se reinventan y se recrean hoy con muchísimo respeto, cariño y con ingredientes artesanales de primerísima calidad en nuestra gran cocina.
HEMOS TARDADO UN AÑO Y MEDIO EN REFORMARLA
¡Casi tanto como las obras de la Sagrada Familia! Pero desde ella trabajamos incansablemente mi equipo y yo para hacer feliz a 55 comensales. Mi equipazo. Sin ellos, no soy nadie. Con ellos, y contigo, El Bohío es lo que siempre había querido ser.
El restaurante más querido de los españoles (al menos, ¡según ElTenedor!).